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Entrevista a Maite Larrauri “La educación no es una preparación para la vida, es vida”

Maite Larrauri, profesora de filosofía durante más de 35 años, nos acompaña en esta entrevista para charlar sobre “La Educación según John Dewey“, nombre que da título al número 7 de la colección “Filosofía para profanos”. Una oportunidad de acercarnos de forma didáctica y amena a una figura innovadora que planteó acciones que son absolutamente vigentes hoy en día. La democracia, la figura de los profesores y profesoras, la influencia del ambiente, el aprendizaje como experiencia vital son algunas de los aspectos que Maite compartirá con nosotros.

En primer lugar quería agradecer a Maite su tiempo y participación en esta entrevista. Es todo un placer.

Me gustaría comenzar comentando que “Filosofía para profanos” es una colección estupenda de libros didácticos y asequibles a todos los públicos creada junto al dibujante Max. Una colección para todos aquellos que quieran acercarse a la filosofía y diría que a la vida donde exploras diversos temas y autores como la felicidad según Spinoza, la creación según Bergson, la libertad según Arendt y así hasta diez títulos más.

Pero hay uno de ellos que por temática del blog me gustaría que centrásemos la entrevista. Se trata de “la educación” según John Dewey. Un libro delicioso que traza la figura de Dewey y su relación con la educación.

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Al comienzo del libro nos presentas a John Dewey con dos aspectos asociados a valores democráticos tremendamente importantes, no solo para ejercer la profesión de profesor sino para convivir. Uno de ellos fue su apoyo a favor del voto femenino allá por el año 1919 donde cuentas que durante una manifestación era el único hombre a la cabeza y llevaba una pancarta que decía “Los hombres votan. ¿Por qué yo no?”. También explicas en el libro que según sus actos se le podría definir ante todo como una persona coherente y honesta.

¿Cómo introducirías a nuestros lectores en la figura de John Dewey y sus ideas clave en relación con la educación?

Maite Larrauri: John Dewey era una persona que creía en la educación, le gustaban los niños y le gustaban las mujeres. Estas tres afirmaciones pueden ser una auténtica tontería o pueden ser malinterpretadas y banalizadas. Veamos una por una.

Creía en la educación. Pensaba en ella como lo único que puede mejorar las condiciones de vida de los humanos, lo único que puede transformar las sociedades en sociedades más justas. La democracia como forma de vida más justa, más humana, más feliz necesita a sus ciudadanos como ciudadanos formados. Si estos no existen o son pocos, la democracia se pervertirá.

Dewey fue el primero que planteó la necesidad de una reforma en la educación, y lo hizo como filósofo. En su laboratorio quería probar una cosa: la unidad del conocimiento y la vinculación del conocimiento con la acción.

Le gustaban los niños. Tenía paciencia con ellos. No le parecían fieras a las que hay que domar, o zánganos a los que hay que poner a trabajar. Pensaba que se podía hacer con ellos perfectas obras de arte, hermosas y creativas, a condición de saber escuchar, entender, dirigir, ponerse a su servicio. Tuvo muchos hijos y otros los adoptó. Le encantaba estudiar en casa oyendo gritos y carreras por las habitaciones.

Le gustaban las mujeres. No era un mujeriego, tampoco alguien que necesitara el amparo maternal para seguir adelante. Aprendía de ellas. Siempre lo afirmó: su experiencia se enriqueció con la experiencia de las mujeres, con su forma de resolver conflictos, de gestionar las relaciones, de organizar la vida.

Cita de John Dewey

Carlos: ¿Crees que lo puede resumir la frase que apuntas en el libro “la educación no es una preparación para la vida, sino que es vida”?

Maite Larrauri: En efecto, para mí, la frase que resume su idea de la educación es esta: la educación no es una preparación para la vida, es vida. Es una frase muy potente y, bien entendida, subvierte la mayoría de los proyectos educativos. La explico a continuación.

La vida del mundo real está llena de imperfecciones, vicios, atrocidades, injusticias. El ambiente de la sociedad educa con una fuerza inaudita puesto que los niños se mueven en ese mundo, en el que están insertos por vía de sus afectos, de sus relaciones. Sin embargo, la escuela puede crear un ambiente diferente, ideal, en el que gran parte de las barbaridades de este mundo se queden fuera: la vida escolar debería ser otra forma de vida mejor y más justa que la que nos circunda. Frente a la mala educación de una sociedad defectuosa, la escuela ofrecería la buena educación de un ambiente creado para vivir fuera de la injusticia.

Dewey defenderá que las escuelas tienen que crear un ambiente, porque es el ambiente el que educa. Dirá y repetirá hasta la saciedad que la educación no es una preparación para la vida, sino que es vida

Por ejemplo: en la escuela no debería haber sexismo, racismo; no se deberían resolver los conflictos sin discusión; habría que ordenar la vida con el consentimiento y la comprensión por parte de todos; no tendrían que existir escalas de clasificación que dieran más importancia a unas habilidades que a otras; la libertad de palabra y la libertad de acción estarían reguladas y aseguradas; los edificios y los espacios serían limpios, ordenados y hermosos.

Una escuela así es vida, diferente de la vida de fuera, y mejor. Esa vida, como un ambiente en el que se respiran otros aires, serviría para crear sujetos más libres, más saludables, más felices. Y sin duda eso mejoraría el mundo.

Un ejemplo de las citas de John Dewey y los dibujos que acompañan la publicacion

Carlos: Parece desgranarse que vida, acción y experiencia en un ambiente propicio para el aprendizaje son aspectos fundamentales en la visión de Dewey. ¿Cómo valoras estos aspectos en relación a tu extensa experiencia como profesora y que de vigente está o puede estar esa idea de Dewey de enseñar a pensar, a ser crítico sin existir un método para ello?

Maite Larrauri: El pensamiento de Dewey está vigente si tenemos en cuenta estas dos condiciones: por un lado, hay que partir de coincidir con su análisis de cómo se produce la educación a través del ambiente; por otro, hay que conocer la distancia que existe entre la necesidad de crear espacios educativos que proporcionen a los escolares una vida mejor y la realidad de las escuelas en la actualidad.

Sin duda, son muchos los profesores que entienden la importancia del ambiente de sus aulas para la transformación de los escolares, pero se hacen las cosas de manera esporádica, sin un plan, sin una idea de lo que hay que conseguir y de lo que hay que hacer. Pongo un ejemplo. Es obvio que para erradicar el machismo en las escuelas hay que proporcionar a las niñas que se educan en centros de coeducación (todos los públicos) un ambiente en el que no tengan que soportar con resignación o con rabia o con impotencia la presencia de sus compañeros varones.

Y no se enseña otro comportamiento a los varones leyéndoles la cartilla sino proponiéndoles una forma de vida en la que queden erradicados una serie de gestos y de palabras. No se logra con buena voluntad o con castigos, tampoco con un libro de texto que recuerde cómo deberían ser las cosas. Tiene que haber observadores de la vida y de las relaciones entre chicos y chicas en los centros. Y esos observadores tienen que ser gente muy formada, capaz de ver lo que otros, de manera natural, no ven. Sólo así se podría pensar los espacios, las formas, las actividades que pueden conducir a que la vida en un centro escolar no sea sexista.

Paradójicamente, la educación que no se plantea ser una preparación, una capacitación, sino vida y acción y experiencia, es la mejor educación para una vida futura

Carlos: En el libro hablas de dos puntos que Dewey considera nocivos y a evitar: la educación que no conduce a crecer al individuo y el adiestramiento ¿Cómo valoras la situación actual educativa y que aspectos constructivos podemos llevar a cabo destilados de la figura de Dewey?

Maite Larrauri: Todo lo bueno que se ha hecho en la enseñanza en España lo han hecho los buenos profesores. No existe una preocupación social por la educación en los términos de Dewey. Preocupan otras cosas que están muy lejos de creer en la necesidad de que las futuras personas de un país democrático sepan llevar adelante una vida más justa y más feliz. La estulticia humana, la brutalidad, la ignorancia favorece siempre las desigualdades y estas a su vez favorecen a los privilegiados.

[…] O incluso va más allá, señalandonos el hecho de que los profesores que nos han dejado huella, aquellos que recordamos como los que de verdad nos introdujeron en el mundo y nos enseñaron cosas difíciles del olvidar, violaban abiertamente muchas de las así consideradas reglas de la pedagogía.

Se discuten los curricula, se pregona la necesidad de valores, sin saber nunca cuáles. No se entiende ni se quiere entender la diversidad. Y luego están, como he dicho al principio, los buenos profesores.

Carlos: El blog pone cierto énfasis en la idea de aprender junto a otros mediante la cooperación/colaboración. Me gustaría que nos explicaras un poco como eran aquella idea de Laboratorios que intentó construir Dewey y que peso podía tener esta idea de cooperación en ellos.

Maite Larrauri: Si una escuela enseña otra vida, y esa vida tiene ser una vida democrática, el ambiente no puede sino favorecer una formas relacionales de convivencia. Cuando amas aquello que vives, también lo cuidas y lo respetas. La escuela en la que pensaba Dewey era un lugar que pudiera ser deseado por los profesores y por el alumnado. Y ese deseo, desde el momento en que existe, nunca es otro que el de un tejido constituido por todo lo que es una escuela. La vida democrática auténtica es muy poco individualista.

Dewey  piensa  que la democracia no es una forma de gobierno sino un modo de vida

Muchas gracias a Maite por participar en esta entrevista.

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Bildergebnis für maite larrauriMaite Larrauri (Valencia, 1950) ha sido profesora de filosofía en centros públicos de enseñanza media durante 36 años. En la actualidad está jubilada.

Militó en el antifranquismo y en el feminismo durante los años 70 del pasado siglo. Traductora e introductora del feminismo italiano de la diferencia.

Ha publicado numerosos artículos en revistas españolas (Archipiélago, Revista de Occidente, Cuadernos de Pedagogía, Disenso, Er), y en alguna extranjera (Rue Descartes, Via Dogana) sobre Foucault, Spinoza, Kierkegaard, Bergson, Nietzsche, Weil.

Durantes los años 90 del pasado siglo fue colaboradora en la sección nacional y en la sección de la comunidad valenciana del periódico El País, en el que publicó algunos artículos de opinión.

Actualmente colabora regularmente en la revista digital Fronterad y en el program de televisión Para todos la 2.

Coautora de la colección de libros Filosofía para profanos, compuesta de 10 títulos. Más información sobre la colección



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