Ya sea en un espacio educativo o una organización, llevar a cabo metas comunes, es un proceso de colaboración fundamental para generar dinámicas de equipo eficientes y enriquecedoras.
Tradicionalmente los procesos educativos han sido interiorizados y asumidos a figurar de forma pasiva, memorizar y aprobar, pasar de ciclo educativo y volver a repetir esa lógica de nadar en círculos bajo el autoengaño de sentir que ascendemos en nuestra vida académica. Pero más lejos de la realidad, esos objetivos no resultan significativos, operativos e enriquecedores. En un proceso de aprendizaje colaborativo, las metas comunes son fundamentales. Para ello vamos a apoyarnos en primer lugar en ofrecer una diferenciación entre objetivo y meta propuesto por María Acaso (2010) y en segundo lugar ofrecer un acercamiento a la idea de meta común propuesta por Etienne Wegner (2011) y que él denomina empresa conjunta.
En primer lugar en los puntos relacionados con el aprendizaje colaborativo y su diferenciación con el aprendizaje cooperativo, cuando se configura una comunidad subyace la importancia de generar unas metas comunes, que sean compatibles y adaptables a las individuales, donde todos los miembros de la comunidad participen a través de un ambiente propicio para lograrlas.
Los objetivos parecen un proceso obligatorio a los que los profesores deben hacer frente, en donde el diseño de objetivos y la evaluación resulta una obsesión, ocupando el mayor número de discusiones y bibliografía al respecto. La idea de lanzar el mensaje de aprobar exámenes como objetivo casi único hace que afrontemos de forma insuficiente nuestras formas de acción más ricas: autonomía, creatividad, participación, empatía, etc.
Hace más de dos siglos que se creó la escolarización obligatoria por parte de Federico II de Prusia, más concretamente en 1793. Este intento de estandarización educativa que se expandió de forma rápida, albergaba unas premisas muy claras: el profesor es el símbolo de autoridad, por lo que la transmisión del conocimiento sería meramente informativa y propagandística con base en las consignas para las que los alumnos estaban siendo formados: para una sociedad industrial que precisaba de leales y futuros trabajadores que cumplieran con la función de operarios y funcionarios.
Dos siglos más tarde, nuestra actual sociedad del conocimiento ha vivido y vive importantes cambios constantes en relación al trabajo, sociales y en la vida personal. Las dinámicas de interacción van mutándose y convirtiendo nuestra forma de conocer y transmitir el conocimiento en algo sustancialmente diferente a como lo hemos conocido, y como lo podían conocer en el s. XVIII. ¿Cómo es posible que nuestra educación se encuentre articulada a través de la evaluación y diseño de objetivos focalizados en premisas de la era industrial? Es por ello por lo que es muy importante trabajar con la idea de meta que con objetivos como posicionamiento epistemológico y práctico.
META VS OBJETIVO
Se trata por tanto de redimensionar los objetivos orientándolos en otros caminos por explorar. Si atendemos a la definición de la RAE (2001), encontramos que se define objetivo como un fin o intento; y meta como un fin a que se dirigen las acciones o deseos de alguien. María Acaso (2010) propone la siguiente diferenciación digna de tener en cuenta:
- Mientras que los objetivos son externos, alguien los fija por mí, las metas son internas: tienen que ver con los propios deseos que me marco como persona.
- Mientras que los objetivos son concretos, las metas son inconcretas (los objetivos son concretos, cerrados, circulares y acabados para poder ser correctamente evaluados. Como la finalidad de la meta no es la evaluación, las metas son generales, abiertas, elípticas, inacabadas).
- Mientras que los objetivos son lineales, las metas son rizomáticas.
- Mientras que los objetivos son fácilmente evaluables, las metas no lo son. La finalidad de un objetivo es ser evaluado; la finalidad de una meta es producir un cambio en la estructura intelectual del estudiante, cambio en absoluto especificado, pues dependerá de los tres componentes del proceso, de los manifiestos ocultos.
- Mientras que los objetivos son autoritarios, las metas son democráticas.
- Mientras que los objetivos siempre han sido claros elementos de representación, las metas presuponen pasar a la acción, son performativas (p. 205).
Por tanto si se emprende una meta común, los agentes participantes (profesor/alumno) diluidos en un proceso horizontal pueden arrancar desde una posición de determinación por parte del orientador o facilitador, pero sin duda deben atender a las necesidades de los participantes/alumnos. Aunque sin duda lo ideal resulta que esta meta sea en algún momento fijada o redimensionada por todos los agentes participantes en la práctica que vamos a llevar a cabo.
Las metas deben ser reales, y deben afectar por ello a su vida más allá del contexto donde se llevan a cabo, ya que deben ser una experiencia participativa, positiva y con esencia transformadora. Pero sobre todo deben estar sujetas a parámetros flexibles de cambios.
METAS COMUNES, EMPRESAS CONJUNTAS
Definir una empresa conjunta es un proceso, no un acuerdo estático. Produce relaciones de responsabilidad que no son solo limitaciones o normas fijas. Estas manifestaciones no se manifiestan como conformidad, sino como la capacidad de negociar acciones de una manera responsable para la empresa […] Una empresa conjunta es un recurso de coordinación, de comprensión, de compromiso mutuo; desempeña el mismo papel que el que desempeña el ritmo para la música (Wenger, 2011, p. 109).
Si extrapolamos las teorías más aplicadas a organizaciones propuesta por Wenger (2011), entendemos que sus mecanismos no se diferencian mucho de los educativos y los puntos en común son altos, aportando un grado de profesionalización necesario en su construcción y dinámica. Junto con el compromiso mutuo y el repertorio compartido, la empresa conjunta que denominamos metas comunes proporciona una fuente de coherencia a la comunidad que va a llevar a cabo de la índole que sea. Wenger (2011) presenta tres observaciones sobre la empresa que mantiene unida a la comunidad de práctica:
- Es el resultado de un proceso colectivo de negociación que refleja toda la complejidad del compromiso mutuo;
- La definen los participantes en el proceso mismo de emprenderla. Es su respuesta negociada a su situación y, en consecuencia, les pertenece en un sentido muy profundo a pesar de todas las fuerzas e influencias que escapen a su control;
- No es una simple meta establecida, sino que crea entre los participantes unas relaciones de responsabilidad mutua que se convierten en una parte integral de la práctica (p. 105).
Por tanto una meta común es un estado de negociación complejo en el que influyen variables personales, interpersonales e instrumentales para llevarlas a cabo. Lo cual exige un ejercicio de puesta en marcha donde podamos convivir con las vicisitudes y diferencias negociadas colaborativamente en pos de una continua redefinición si fuera oportuno por parte de la comunidad.
La configuración y trazo de las metas comunes no debe focalizarse en un aparente fin objetual final que actúa como espejismo, sino que deben cristalizarse en un acto procesual compartido que requiere una responsabilidad mutua entre los participantes.
El ritmo no es aleatorio, pero tampoco es una simple limitación. Más bien forma parte del dinamismo de la música, coordinando el proceso mismo por el que ésta llega a existir. Si se lo extrae de la acción de tocar, se convierte en algo fijo, estéril y carente de sentido, pero al tocar hace que la música sea interpretable, participativa y compartible. Es un recurso constitutivo inherente a la posibilidad misma de la música como experiencia compartida. Una empresa forma parte de la práctica de la misma manera que el ritmo forma parte de la música (Wenger, 2011, p. 110).
BIBLIOGRAFÍA
- Esta artículo ha sido extraído y adaptado de mi Tesis Doctoral “Ambientes de aprendizaje colaborativo en prácticas artístico-pedagógicas“.
- Acaso, M. (2010). La educación artística no son manualidades. Nuevas prácticas en la enseñanza de las artes y la cultura visual. Madrid: Los libros de la catarata.
- Wenger, E. (2011). Comunidades de práctica. Aprendizaje, significado e identidad. Barcelona: Paidós.
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